Las pérdidas como señales en el camino: reflexiones desde el duelo

Si miro hacia atrás, cada pérdida en mi vida ha sido, de alguna forma, una señal. Un alto en el camino. Un recordatorio de que nada es para siempre y de que a veces, para seguir adelante, primero hay que detenerse.

En mi caso, una de las pérdidas más grandes que he vivido fue la de mi salud. Cuando enfrenté la enfermedad que me llevó a un trasplante de riñón, sentí cómo se derrumbaba la idea de invulnerabilidad que muchos tenemos. Pero lo que más me mostró mi fragilidad fue el proceso de recuperación después del trasplante. Fue casi un año en el que, a mis 50 años, me sentía débil, vulnerable, sin poder hacer muchas cosas y dependiendo de que mi cuerpo aceptara un órgano nuevo.

Esa etapa, larga y silenciosa, me enseñó de golpe la finitud de la vida y la importancia de vivir cada día como si fuera el último, agradeciendo lo más simple: respirar, moverme, volver a sentirme viva.


Las pérdidas no llegan para destruirnos

A veces pensamos en la pérdida como un castigo o una injusticia. Y sí, duele. El duelo duele profundamente. Pero también puede ser una invitación: a escuchar, a parar, a replantear prioridades.

Cuando perdemos algo —una persona, una relación, un trabajo, una etapa de vida— es como si la vida encendiera una señal amarilla en nuestro camino. Una luz que nos dice: Detente. Observa. ¿Qué necesitas aprender aquí?


Cada duelo es único, cada señal también

No hay una sola forma de vivir el duelo. Acompañando a otras personas, escucho mucho una pregunta que se repite: “¿Voy a volver a ser la misma persona que era antes de mi pérdida?”
Mi experiencia —y la de muchos— me ha mostrado que no. No volvemos a ser la misma persona, porque esa versión ya no existe. La pérdida nos transforma. Nos cambia la forma de mirar la vida y de entendernos.

Después de una pérdida significativa, nada vuelve a ser igual. Y está bien que así sea. La pérdida nos muestra lo que ya no tiene sentido cargar. Nos obliga a soltar equipajes viejos. Y muchas veces, nos abre puertas que jamás hubiéramos visto si todo siguiera “bien”.


Preguntas que me ayudaron a transformar mis pérdidas

Quiero compartirte algunas preguntas que me han acompañado y que pueden ayudarte a mirar tus propias pérdidas como señales, y no solo como heridas abiertas:

  • ¿Qué me está enseñando esta pérdida?
  • ¿Para qué me está pasando esto?
  • ¿Qué parte de mí necesita renacer después de esto?
  • ¿Qué nueva dirección aparece ahora que esto ya no está?
  • ¿Qué quiero honrar de lo que perdí?

Responderlas no siempre es fácil. A veces, ni siquiera llegan respuestas claras de inmediato. Pero abrirte a estas preguntas ya es un acto de amor contigo misma y un primer paso para transformar el dolor.


La fragilidad como maestra

Estar tan cerca de la muerte y vivir tan de cerca mi propia fragilidad me enseñó que somos frágiles y fuertes a la vez. Que podemos rompernos y reconstruirnos una y otra vez. Que cada pérdida nos recuerda que la vida es finita, que nada está garantizado, y que por eso tenemos que vivir cada día con conciencia y gratitud.

La fragilidad bien mirada es una maestra que nos despierta.


Hoy te invito a mirar tu camino

Si estás pasando por una pérdida ahora, quiero que sepas que no estás sola ni solo. Que es válido llorar, enojarse, gritar o guardar silencio. Pero cuando sientas que tienes un poquito de fuerza, detente un momento y pregúntate:
¿Qué señal hay aquí para mí?

A veces, la pérdida es la maestra más dura, pero también la que más nos devuelve a lo esencial.


💛 Te leo

Si quieres compartir qué señal te ha dejado alguna pérdida, me encantaría leerte en los comentarios. Recordemos que el duelo, cuando se acompaña, se vuelve más ligero de llevar.


🌱 Un cierre para recordarlo

Hagamos de nuestras pérdidas semillas de algo nuevo. Que cada despedida se convierta, cuando estemos listos, en un paso más hacia una vida más consciente, más presente y más viva.


💬 ¿Quieres que camine contigo?

Si este tema resuena contigo y quieres trabajar tu duelo de forma cercana, estoy aquí. Escríbeme, conversemos. No tienes que transitar este camino sola.